El clero, principalmente, quería unos edificios que los constructores ni sabían ni podían hacer. A partir de la caída del imperio romano, se habían perdido técnicas y conocimientos, los carolingios hacían lo que podían con lo que encontraban, el único recurso era hacer unas fuertes esquinas que aguantaran lo que hiciera falta y en medio, unos muros rellenos de todo lo que recogían y cubierta con madera a dos aguas. Era imposible construir grandes muros con unos buenos sillares, por eso sólo aseguraban las esquinas.
A partir del siglo XI, ya se vieron con ánimos de construir bóvedas, hasta ese momento sólo se habían atrevido a hacer cuartos de esfera para cubrir las ábsides. Seguramente - dice Viollet le Duc - la primera vez que hicieron una bóveda para cubrir una nave existente, debería caer sólo en quitar la cimbra. Pronto aprendieron que hacían falta unos muros más firmes para aguantar una bóveda de piedra. Todo ello, sin embargo, era muy rígido y se agrietaba con mucha facilidad, necesitaban dotar a bóveda y nave de una cierta elasticidad, de ahí salieron los arcos torales que están conectados a unos pilares adosados al muro y que actúan a modo de cimbras permanentes, desde luego por el exterior estos pilares también había que reforzarlos, de tal manera que en planta veríamos una "cruz griega" en cada lugar donde habría un arco toral.
Pronto comprobaron que una bóveda de cañón se convertía en "arco carpanel", es decir un arco aplanado que construiríamos con no menos de tres centros o radios, esto era debido a los empujes que el arco aplicaba sobre los muros que tendían a abrirse hacia el exterior por la línea de impostas. Si los muros se abrían unos
Los constructores no sabían que pasaba, pero pensaron que si elevaban la flecha esos 40 cm . o menos, el efecto visual desaparecería cuando la bóveda se allanase. No sólo desapareció el efecto visual, sino el problema. La iglesia románica de Manresa, ya tenía la bóveda y torales elevados. En definitiva abandonaban el arco de medio y empezaban a trabajar con dos arcos opuestos que se cortan por la parte superior.
Los constructores también querían construir bóvedas de arista romana, pero tampoco podían, en definitiva se trata de intersecar dos cilindros iguales en un mismo plano en el espacio, en una figura cúbica las flechas de las cuatro esquinas son iguales al radio, el problema está en las diagonales de la intersección, que forman una elipse que no la sabían calcular para hacer las cimbras. Estas bóvedas no tenían torales sólo cuatro pilares que recibían los empujes generados por las dos diagonales. Pues muy bien, deberían decir, convertiremos las elipses en arcos de medio punto que conocemos bastante bien. Y surgió un nuevo problema, pues las flechas generadas por estas diagonales, eran más altas que las flechas de los cuatro lados, pero les facilitaba la tarea de construir cimbras y luego podían unir los vacíos que quedaban entre los arcos, con madera. De todas formas no podemos comparar la resistencia que ofrece un arco de medio punto que la que puede ofrecer una elipse de grandes luces. Más adelante veremos cómo podemos hacer un arco gótico casi plano de cerca de 20 m . de luz.
Evolucionaron un poco más al pensar que si los arcos torales (ya construidos con dos arcos que se cortan, no de medio punto) eran buenos para la nave puestos en sentido perpendicular al eje, también lo serían si los ponían en sentido longitudinal al eje y así podrían abrir alguna absidiola en los lados que haría muy bonito, era fácil repetir el esquema inicial por el hecho de ser un espacio reducido: bóveda de cañón para la pequeña nave creada y de cuarto de esfera para el ábside. Aunque las primeras no tenían ni eso, se contentaban con un pequeño espacio rectangular cubierto a dos aguas. Las mismas absidiolas contrarrestarían los empujes de la nave central y les permitiría abrir en el centro del transepto acabado de inventar, una apertura para instalar una linterna o pequeña cúpula. Al clero le gustó la idea y ya puestos pensaron que era mejor prescindir de la linterna y subir paredes hacia arriba y hacer un buen cimborio, no se contentaron con el nuevo invento y entonces quisieron que sobre el cimborio hubiera una torre de ocho lados o un tambor cilíndrico.
Los arquitectos después de mirarse unos a otros miraron hacia Oriente, pues los romanos fueron incapaces de construir una cúpula semiesférica o un tambor circular sobre un dado cuadrado. Véase foto de Sant Cugat del Racó.
El Panteón de Roma es una cúpula semiesférica construida encima de un tambor circular donde ambos elementos arquitectónicos tienen el mismo diámetro; fue en Santa Sofía donde fueron capaces de construir un tambor semiesférico encima de un cilindro y de un cubo más o menos cuadrado . El truco arquitectónico consistía en convertir las cuatro paredes de la base en ocho, incorporando a las aristas unos elementos triangulares llamados conchas - que después había que cubrir - a partir de aquí ya podían subir un prisma de ocho lados o hacer la transición al tambor cilíndrico con toda comodidad.
Hemos comentado que los torales salían de unos pilares adosados al muro con refuerzo por el exterior, pero ni los arcos diagonales ni los arcos formeros - que es el nombre que recibieron los arcos torales longitudinales - tenían todavía un punto de arranque, por lo tanto modificaron los pilares para adaptarlos a las nuevas necesidades. También las secciones de los arcos eran diferentes, pues no se solicitaba lo mismo a un arco toral que a un formero, probablemente de la mitad de luz, así los torales consistían en un arco de doble rosca (doble hilada de dovelas) para poder recibir los sillares de la bóveda que le llegaban desde ángulos diferentes, en cambio los formeros sólo recibían sillares de la enjuta y por su parte inferior aún eran soportados por el mismo muro de cierre. El dibujo Teoremas Históricos 105-D nos indica la sección que tendrían estos arcos. Cuando construyamos arcos góticos lo volveremos a ver todo con más detalle.
(Restos de la antigua iglesia románica - obsérvese que el arco del transepto es ligeramente apuntado - en medio de un contrafuerte gótico) |
Los restos más emblemáticas de la antigua iglesia románica los encontramos en la portada que conduce al claustro renacentista. El conjunto está formado por un tímpano reproducido del original que se guarda en el interior del claustro, dos capiteles y dos columnas. Se cree que en su momento podría haber tenido cuatro columnas y cuatro capiteles. Al desmontar la iglesia lo trasladaron todo a la actual ubicación, junto a la puerta norte de la basílica.
En el subsuelo del claustro hay un porche románico atribuido al abad Oliva y encima de él se instaló un juego de arcos de doble columnilla, doble capitel y ábaco común, aprovechados de un antiguo claustro o galería después de las incursiones árabes. El caso es que Oliva no reconstruyo absolutamente nada en Manresa, es cierto que estuvo por lo menos una vez, pero lo hizo para restituir propiedades – léase recaudador de bienes e impuestos – para su iglesia. Entre los años que pasaron desde la construcción del primer claustro y el "remake" probablemente del siglo XII, las modas y el estilo constructivo habían cambiado mucho, cuando la gente compara el "claustro románico" de Manresa con otros como Sant Cugat del Vallès o Sant Benet de Bages ve una gran diferencia de estilo y calidad que no siempre ha sido bien explicada.
Para mas detalles sobre la galería véase la entrega “La Seu de Manresa reencuentra el Prerrománico”
Para mas detalles sobre la galería véase la entrega “La Seu de Manresa reencuentra el Prerrománico”